El perfume en Roma y Oriente
Como recordareis de nuestra anterior entrada, los orígenes del perfume vienen de la mano de los persas, los egipcios y los griegos, que empezaron a desarrollar el mundo de los aromas y las fragancias, pero, ¿cómo sigue la historia?
Hasta ese momento el perfume era un producto solamente de uso restringido para las élites y las clases altas, algo que cambió con la llegada del Imperio Romano. Los romanos fueron los responsables de la democratización de la industria del perfume. La apertura al pueblo hizo que todos empezaran a rociarse con distintos aromas y consolidaron la idea del baño como un punto de encuentro social.
Tal era la obsesión en la Antigua Roma por el perfume, que todo se rociaba con este líquido aromático, incluso los animales. Fue en esta época en la que tomo forma la idea del envasado, en el que se utilizaban inicialmente cerámicas, para dar paso posteriormente a otros frascos de cristal o de metales preciosos. La profesión de perfumero era muy valorada y los conocimientos se pasaban de generación en generación, transmitiéndose de padres a hijos y cuidando de no perder las tradiciones.
A la hora de especializarse en aromas y perfumes, los pueblos musulmanes vinieron a suceder a los romanos. Uno de sus olores preferidos era el de la rosa, utilizado como parte fundamental en la mayoría de las bases de sus perfumes y muy relacionado con la religión. Consideraban a esta flor símbolo de la sabiduría y la pureza de su dios, Alá. El agua de rosas servía tanto para perfumarse ellos mismos como para perfumar las estancias. Otras fragancias muy clásicas de Oriente fueron y siguen siendo el almizcle y el ámbar.
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